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Relatos de Papel: Starfall (II)

jueves, agosto 29, 2013


Esta historia empezó aquí. Si no has leído el pequeño extracto del 1º capítulo que continúa en esta entrada, te recomiendo que te pases por allí. Próximamente pondré una entrada para enlazar todos los pedazos de historia y acceder a ellos sin problema.  Espero que te quedes para conocer a Mia, nuestra protagonista:


Volví a la realidad cuando alguien me aferró con fuerza y me obligó a levantarme. Me dolía la cabeza horrores. Apoyé la pierna herida y lancé un lastimero quejido. Las fuerzas me fallaron, pero aquella persona me zarandeó para que me mantuviera en pie.

<<¡Huye! lárgate de aquí, Mia. Yo los entretendré y luego iré a buscarte, te lo prometo. Nos vemos en unas horas en el punto de encuentro. Pero recuerda que si al alba no he aparecido, deberás marcharte sin mí… Prométemelo>>. Aquel recuerdo llegó a mi mente como un latigazo: rápido y doloroso. No cumpliste tu promesa. No cumpliste tu promesa y me dejaste sola... Agité la cabeza para quitármelo de la cabeza. Ahora moriré yo también.

Entorné los ojos para ver qué ocurría. Me habían sacado del edificio. Una persona vestida completamente de negro me miraba con superioridad mientras le daba órdenes al que me arrastraba por la fuerza. No podía oír nada de lo que decían porque aún me invadía aquel molesto pitido.

<<Tú eres una chica con suerte, Mia. Y sé que seguirás teniendo suerte allá donde vayas>>.

El hombre que vestía de negro se acercó a mí y plantó su cara a pocos centímetros de la mía. Mis ojos lucharon por enfocarle, pero la sangre que manaba de algún punto de mi cabeza me impedía verle con claridad. Movió los labios. Su voz me llegó como un simple murmullo. El hombre volvió a mover la boca y me concentré en leerle los labios. Por desgracia, nunca se me había dado bien y esta vez no iba a ser la excepción. Me golpeó la mandíbula con el puño. Sentí cómo los dientes me castañeaban durante unos segundos. Aproveché que se alejaba de mí para intentar memorizar su aspecto y hacérselo pagar cuando estuviera en condiciones. Conseguí ver que llevaba una tosca calavera bordada en el uniforme negro. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No era un militar... Era un Segador, un miembro de la Patrulla de la Muerte. 
Escuché un nuevo murmullo entre aquel pitido ensordecedor y luego otro más, pero el hombre ya no me miraba. Si salgo de esta, Mike, juro que me las pagarás, maldito. Te devolveré cada uno de los golpes que me han dado multiplicados por dos.
Y, entonces, ocurrió algo. Sentí que mi punto de apoyo se desvanecía. Caí al suelo de sopetón. El que me tenía agarrado me había soltado y sujetaba ahora una pistola. Giré la cabeza hacia un lado. La arena del suelo me despellejó la mejilla sin piedad. A escasos metros de mí estaba el Segador que me había pegado un puñetazo. Sus ojos, congelados en una mueca de sorpresa, me miraban fijamente. En su frente se podía ver el agujero de un balazo. Mi cerebro salió del embotamiento y comenzó a funcionar a toda mecha. Me incorporé como pude e intenté echar a correr antes de que el otro me volviera a capturar. Tan sólo di dos míseros pasos antes de derrumbarme en el suelo. Un dolor atroz me atravesaba la pierna.
El pitido de mis oídos comenzaba a atenuarse lentamente. Escuché el sonido de un intercomunicador y muchos disparos. No mires atrás, tú sólo sal de aquí antes de que se acuerden de tu triste existencia. Empecé arrastrarme lentamente por el suelo en un intento patético de huir. Alguien se abalanzó sobre mí. Chillé y forcejeé sin éxito. Él me inmovilizó y me tapó la boca.
      –  Joder Mia, ¡cállate! Soy yo, soy Mike.
Le fulminé con la mirada, pero a él no le importó.
      –  ¿Eras tú el de los tiros?
Negó lentamente con la cabeza y luego se incorporó, arrastrándome conmigo, y empezó a caminar rápidamente sin quitar ojo a la pelea que estaba ocurriendo detrás de nosotros, ajena a nuestra silenciosa huida. Me mordí el labio para no gritar.
Llegamos hasta el portal de un edificio destartalado en una callejuela contigua. Mike giró el pomo y la abrió. Luego tiró de mí hasta que estuvimos los dos dentro y cerró la puerta.
      –  Tenemos que subir, aquí nos encontrarán.
      –  Si salimos de esto, te voy a matar, dolorosa y lentamente. Y disfrutaré con cada uno de tus gritos.
Ya podía escuchar casi todo lo que sucedía, incluidos los golpes y los disparos del exterior. Mike tenía razón, si nos quedábamos allí nos encontrarían en cuestión de minutos siempre y cuando no se mataran entre ellos.
Con un tremendo esfuerzo y gracias a su ayuda, logré subir un par de pisos. El dolor de la pierna era tan intenso que apenas me mantenía consciente.
      –  Intenta subir uno más, Mia. Sé que puedes.
Cuando tan sólo llevábamos cuatro escalones, empecé a ver puntos negros. Al principio sólo eran uno o dos, pero comenzaron a multiplicarse rápidamente. Intenté avisar a Mike, pero no tenía fuerzas. La oscuridad me envolvió por completo.


No sabía dónde estaba. El ambiente olía a ceniza y a muerte. Me incorporé lentamente y me llevé el pañuelo del cuello a la boca. Había también humo. Miré al horizonte: llamas, decenas de lenguas rojas devoraban el terreno. Y frente al fuego, un pueblo. Por los gritos que salían de entre las llamas, aún había gente allí. Salí corriendo hacia el incendio. Busqué un punto en el que no hubieran llegado las lenguas de fuego, pero no había ninguno.
      – ¡¡Mi hija!! ¡¡Salva a mi hija!! –me suplicó un hombre en llamas antes de caer al suelo, muerto.
Había más gente que me miraba y me gritaba, algunos para pedir ayuda, otros para recriminarme que no hiciera nada.
      – Hija del demonio. ¡Es una hija del demonio! ¡Mirad como disfruta mirando!

Aparté los ojos y el pueblo se convirtió en un desierto. Me giré desconcertada. Ya no estaba entre dunas, sino mirando por una ventana de un edificio. Con unos prismáticos en los ojos, observaba el edificio de enfrente. Militares y algunos civiles. Y dentro de una de las salas, una muchacha, con la cara amoratada, estaba colgada de unas cadenas. Dejé caer los prismáticos, que hicieron un ruido seco al chocar contra el suelo y me abracé las costillas. Todo había salido mal, todo había salido muy mal. El mundo se había ido a la mierda, pero ella se había resistido con todas sus fuerzas, ¿para qué? ¿Para qué luchar? <<Mia. Mia. Mia>> empezó a llamarme alguien antes de que todo se desvaneciera de nuevo.
 





Estos escritos son propiedad de Tina-Jack para uso y disfrute de los seguidores del blog Sumergidos entre libros. No saco ningún beneficio económico publicando mis escritos aquí, tan sólo quiero que conozcáis mi forma de escribir a través de las historias que se esconden en algún rincón de mi imaginación. Mi sueño es ver, algún día, mis historias publicadas, porque escritora ya soy siempre que puedo, pero no se llega a ser del todo escritor hasta que la gente lee y disfruta tus obras. 

Si te gusta lo que lees y quieres ponerte en contacto conmigo puedes hacerlo a través de este correo electrónico: tina-jack@hotmail.com


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4 comentarios

  1. Me ha encantado, escribes genial, ¡pon ya la continuación jaja!

    ¡Besos!

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    Respuestas
    1. Gracias Sara, me alegra enormemente que te guste cómo escribro ^^
      Besos!!

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  2. Ha sido más largo que la otra parte, genial :) Me quedo con ganas de saber qué está pasando y en qué clase de mundo vive.
    ¡Saludos!

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    1. Sí, ha sido más largo que el otro, jejeje.
      Pues espero que te quedes para averiguarlo. Irás sabiéndolo poco a poco, así que espero no decepcionarte ;P
      Besos!

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