Esta historia empezó aquí. Si no has leído el pequeño extracto del 1º capítulo que continúa en esta entrada, te recomiendo que te pases por allí. Próximamente pondré una entrada para enlazar todos los pedazos de historia y acceder a ellos sin problema. Espero que te quedes para conocer a Mia, nuestra protagonista:
Volví a la realidad cuando alguien me aferró con fuerza y me
obligó a levantarme. Me dolía la cabeza horrores. Apoyé la pierna herida y lancé
un lastimero quejido. Las fuerzas me fallaron, pero aquella persona me zarandeó
para que me mantuviera en pie.
<<¡Huye! lárgate
de aquí, Mia. Yo los entretendré y luego iré a buscarte, te lo prometo. Nos
vemos en unas horas en el punto de encuentro. Pero recuerda que si al alba no
he aparecido, deberás marcharte sin mí… Prométemelo>>. Aquel recuerdo
llegó a mi mente como un latigazo: rápido y doloroso. No cumpliste tu promesa. No cumpliste tu promesa y me dejaste sola...
Agité la cabeza para quitármelo de la cabeza. Ahora moriré yo también.
Entorné los ojos para ver qué ocurría. Me habían sacado del
edificio. Una persona vestida completamente de negro me miraba con superioridad
mientras le daba órdenes al que me arrastraba por la fuerza. No podía oír nada
de lo que decían porque aún me invadía aquel molesto pitido.
<<Tú eres una
chica con suerte, Mia. Y sé que seguirás teniendo suerte allá donde
vayas>>.
El hombre que vestía de negro se acercó a mí y plantó su cara
a pocos centímetros de la mía. Mis ojos lucharon por enfocarle, pero la sangre
que manaba de algún punto de mi cabeza me impedía verle con claridad. Movió los
labios. Su voz me llegó como un simple murmullo. El hombre volvió a mover la
boca y me concentré en leerle los labios. Por desgracia, nunca se me había dado
bien y esta vez no iba a ser la excepción. Me golpeó la mandíbula con el puño.
Sentí cómo los dientes me castañeaban durante unos segundos. Aproveché que se
alejaba de mí para intentar memorizar su aspecto y hacérselo pagar cuando
estuviera en condiciones. Conseguí ver que llevaba una tosca calavera bordada
en el uniforme negro. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No era un militar... Era un Segador, un miembro de la Patrulla de la Muerte.
Escuché un nuevo
murmullo entre aquel pitido ensordecedor y luego otro más, pero el hombre ya no
me miraba. Si salgo de esta, Mike, juro
que me las pagarás, maldito. Te devolveré cada uno de los golpes que me han
dado multiplicados por dos.
Y, entonces, ocurrió algo. Sentí que mi punto de apoyo se
desvanecía. Caí al suelo de sopetón. El que me tenía agarrado me había soltado
y sujetaba ahora una pistola. Giré la cabeza hacia un lado. La arena del suelo
me despellejó la mejilla sin piedad. A escasos metros de mí estaba el Segador que me había pegado un puñetazo.
Sus ojos, congelados en una mueca de sorpresa, me miraban fijamente. En su
frente se podía ver el agujero de un balazo. Mi cerebro salió del embotamiento
y comenzó a funcionar a toda mecha. Me incorporé como pude e intenté echar a
correr antes de que el otro me volviera a capturar. Tan sólo di dos míseros
pasos antes de derrumbarme en el suelo. Un dolor atroz me atravesaba la pierna.
El pitido de mis oídos comenzaba a atenuarse lentamente.
Escuché el sonido de un intercomunicador y muchos disparos. No mires atrás, tú sólo sal de aquí antes de
que se acuerden de tu triste existencia. Empecé arrastrarme lentamente por
el suelo en un intento patético de huir. Alguien se abalanzó sobre mí. Chillé y
forcejeé sin éxito. Él me inmovilizó y me tapó la boca.
– Joder
Mia, ¡cállate! Soy yo, soy Mike.
Le fulminé con la mirada, pero a él no le importó.
– ¿Eras tú el de los tiros?
Negó lentamente con la cabeza y luego se incorporó,
arrastrándome conmigo, y empezó a caminar rápidamente sin quitar ojo a la pelea
que estaba ocurriendo detrás de nosotros, ajena a nuestra silenciosa huida. Me
mordí el labio para no gritar.
Llegamos hasta el portal de un edificio destartalado en una
callejuela contigua. Mike giró el pomo y la abrió. Luego tiró de mí hasta que
estuvimos los dos dentro y cerró la puerta.
– Tenemos que subir, aquí nos encontrarán.
– Si salimos de esto, te voy a matar, dolorosa
y lentamente. Y disfrutaré con cada uno de tus gritos.
Ya podía escuchar casi todo lo que sucedía, incluidos los
golpes y los disparos del exterior. Mike tenía razón, si nos quedábamos allí
nos encontrarían en cuestión de minutos siempre y cuando no se mataran entre
ellos.
Con un tremendo esfuerzo y gracias a su ayuda, logré subir
un par de pisos. El dolor de la pierna era tan intenso que apenas me mantenía
consciente.
– Intenta subir uno más, Mia. Sé que puedes.
Cuando tan sólo llevábamos cuatro escalones, empecé a ver
puntos negros. Al principio sólo eran uno o dos, pero comenzaron a
multiplicarse rápidamente. Intenté avisar a Mike, pero no tenía fuerzas. La
oscuridad me envolvió por completo.
No sabía dónde estaba. El ambiente olía a ceniza y a muerte.
Me incorporé lentamente y me llevé el pañuelo del cuello a la boca. Había
también humo. Miré al horizonte: llamas, decenas de lenguas rojas devoraban el
terreno. Y frente al fuego, un pueblo. Por los gritos que salían de entre las
llamas, aún había gente allí. Salí corriendo hacia el incendio. Busqué un punto
en el que no hubieran llegado las lenguas de fuego, pero no había ninguno.
– ¡¡Mi hija!!
¡¡Salva a mi hija!! –me suplicó un hombre en llamas antes de caer al suelo,
muerto.
Había más gente que me miraba y me gritaba, algunos para
pedir ayuda, otros para recriminarme que no hiciera nada.
– Hija del
demonio. ¡Es una hija del demonio! ¡Mirad como disfruta mirando!
Aparté los ojos y el pueblo se convirtió en un desierto. Me
giré desconcertada. Ya no estaba entre dunas, sino mirando por una ventana de
un edificio. Con unos prismáticos en los ojos, observaba el edificio de
enfrente. Militares y algunos civiles. Y dentro de una de las salas, una
muchacha, con la cara amoratada, estaba colgada de unas cadenas. Dejé caer los
prismáticos, que hicieron un ruido seco al chocar contra el suelo y me abracé
las costillas. Todo había salido mal,
todo había salido muy mal. El mundo se había ido a la mierda, pero ella se
había resistido con todas sus fuerzas, ¿para
qué? ¿Para qué luchar? <<Mia.
Mia. Mia>> empezó a llamarme alguien antes de que todo se
desvaneciera de nuevo.
Estos escritos son propiedad de Tina-Jack para uso y disfrute de los seguidores del blog Sumergidos entre libros. No saco ningún beneficio económico publicando mis escritos aquí, tan sólo quiero que conozcáis mi forma de escribir a través de las historias que se esconden en algún rincón de mi imaginación. Mi sueño es ver, algún día, mis historias publicadas, porque escritora ya soy siempre que puedo, pero no se llega a ser del todo escritor hasta que la gente lee y disfruta tus obras.
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4 comentarios
Me ha encantado, escribes genial, ¡pon ya la continuación jaja!
ResponderEliminar¡Besos!
Gracias Sara, me alegra enormemente que te guste cómo escribro ^^
EliminarBesos!!
Ha sido más largo que la otra parte, genial :) Me quedo con ganas de saber qué está pasando y en qué clase de mundo vive.
ResponderEliminar¡Saludos!
Sí, ha sido más largo que el otro, jejeje.
EliminarPues espero que te quedes para averiguarlo. Irás sabiéndolo poco a poco, así que espero no decepcionarte ;P
Besos!
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