Si no has leído nada de Camp Half-Blood, te recomiendo que te pases por el índice, ahí encontrarás todo lo que precede a este relato. "Os robaremos la victoria, ¡¡y la cartera!!"
3
Cerró los ojos ante la tenacidad de los recuerdos y se dejó
llevar por ellos. No podía seguir luchando contra ellos. Era una batalla que
sabía que perdería. Ya la había perdido otras veces…
Aunque habían pasado muchos años, aún podía rememorar casi
todo lo que le había ocurrido desde que cumplió los 5 años. Había días en los
que los recuerdos eran tan vívidos que parecían haber ocurrido ayer mismo.
Otros, se desdibujaban en una bruma grisácea que parecía querer borrar hasta el
último recuerdo de su madre. Esos días, se sentía la persona más desdichada del
planeta.
Liz recordaba que, el día de su cumpleaños, cuando su madre le
dijo que le regalaba el mundo, se enfadó mucho con ella. Ella no quería el
mundo porque no le daban los bracitos para abarcarlo todo. Su madre soltó una
carcajada y le tocó la nariz a su hija con la punta del dedo índice.
–No te estoy regalando el mundo en sí –sonrió con dulzura–.
Te regalo la posibilidad de conocerlo. ¿No querías ir a Nueva York?
–¡¡Sí!! –gritó la niña entusiasmada.
–Pues iremos a Nueva York, a Paris, a Venecia, a Londres, a
Viena… Iremos a todos los lugares que quieras.
–Pero, ¿y qué pasa con tu trabajo? –preguntó muy preocupada.
–Lo primero y más importante eres tú. Ya encontraré trabajo
allí donde vayamos.
En ese momento no se dio cuenta, pero su madre buscaba
protegerla a toda costa. Protegerla por lo que ella era: una mestiza. Se tomó
aquellos años como una aventura. Era demasiado pequeña para preocuparse por lo
que hubiera detrás de cada viaje. No paraban mucho tiempo en un mismo sitio. A
veces, cuando le contaba a su madre que había visto criaturas extrañas, se iban
a la carrera sin ninguna explicación. Lo bueno es que nunca les faltaba dinero
porque la niña había desarrollado la extraña, pero eficaz habilidad de robar
cualquier cosa que se le pusiera por delante, lo que les dio un respiro.
Había conocido mundo, sí. Había viajado más que la mayoría,
sí. Pero cuando alguien le preguntaba de dónde era, no sabía qué responder. No
recordaba su casa y no había estado el tiempo suficiente en ningún lugar como
para reconocerlo como hogar. Más tarde, cuando llegó al campamento encontró su
lugar, pero también su cárcel. Su cárcel porque no tenía sentido huir de ahí
cuando era el único lugar en el que tenía familia y amigos.
–¿No tienes padre?
–¿No sabes leer?
–¿Por qué viajas tanto?
Aquellas preguntas se repetían una y otra vez cada vez que se
mudaban. Las dos primeras le dolían más que cualquier otra cosa porque, aunque
tenía padre, este jamás se había preocupado por ella. ¡Ni siquiera le conocía!
Y en cuanto al tema de la lectura, ¡sí sabía leer! Lo que ocurría es que cada
vez que fijaba la atención en las palabras escritas, estas parecían cambiar y
se convertían en algo indescifrable. Sus profesores decían que tenía dislexia.
Ella lo negaba fervientemente.
Pero el recuerdo más doloroso fue un nublado día a las
afueras de Londres cuando Elizabeth tenía tan sólo 12 años. Ese día vio por
primera vez a su padre y perdió a su madre. Aquel día, en esa desenfrenada
carrera en coche para salir de la ciudad, Liz se di cuenta, por primera vez, de
que no se iban de Londres porque su madre quisiera seguir conociendo mundo. Se iban
porque estaban huyendo… de algo. Sentía el peligro en su nuca, como un
escalofrío continuo. “¿De qué huimos?, ¿qué nos persigue?, ¿qué ocurre?”.
Fueron preguntas que no lleguó a formular. El miedo atenazaba su delgado
cuerpo. Sentía la lengua pesada y el corazón le palpitaba a toda velocidad. Se
giré en el asiento para mirar por la luneta trasera. Su madre se volteó y le
agarró el hombro para que me sentara bien.
–¡¡Ponte el cinturón!! ¿Por qué te has olvidado del
cinturón? –gritó histérica.
Cada vez que rememoraba ese día, no le encontraba
explicación. Aunque ese descuido salvara su vida, no lograba comprender cómo se
le había olvidado aquello. Llevaba media vida viajando en coche y la única
norma estricta que tenía su madre era la del cinturón de seguridad. Quizás el
destino le gastó una broma pesada porque aquel día, cuando reaccionó y volvió
la vista hacia delante, ya era demasiado tarde. El coche se había desviado y se
dirigían a toda velocidad hacia un camión que circulaba en sentido contrario.
El enorme vehículo intentó frenar. Su madre también. Lo que ocurrió después no
lo tiene muy claro.
Recuerda el sonido del cristal al hacerse añicos y el agudo
chillido del metal al retorcerse. Recuerda el intenso dolor que sintió cuando
atravesó el parabrisas. Recuerda esperar el impacto contra el asfalto que nunca
llegó. Recuerda unos brazos fuertes y seguros que detuvieron su veloz y
descontrolado avance hacia la muerte. Recuerda abrir los ojos y ver el coche
aplastado e incendiado. Recuerda gritar y llorar en los brazos de mi salvador.
Recuerda la explosión que le arrebató a su madre. Y luego le recuerda a él, su
padre. Aunque no supo que era él hasta que llegó al Campamento. Su rostro
expresaba un sinfín de emociones entre las que predominaba la alegría y el
dolor más absoluto. Después de que Liz enterrara su rostro contra su pecho en
intento desesperado por aplacar su dolor, todo se volvió negro.
La siguiente vez que abrió los ojos fue en el Campamento,
cinco días después del accidente...
6 comentarios
Esto ya lo había leído, aunque no quita que lo disfrute como la primera vez. Me encanta la frase de "no te estoy regalando el mundo en sí, te regalo la posibilidad de conocerlo". No sé, me emociona y todo, jajaja
ResponderEliminarCreo que en la escena del cinturón te has dejado un punto en primera persona, el de "quiza el destino me jugó una mala pasada". Ya dejo de ser tiquismiquis, promise xD
Espero que pronto se encuentre con Daphne, para animar un poco el cotarro, jajaja
¡Un besín!
Uy!! Ya está corregido. Es que me meto en la piel del personaje y termino escribiendo en primera persona. Luego me toca ir corrigiendo todo.
EliminarSí, yo también tengo ganas de que se junte :)
Besos!!
ME encantó! Gracias <3
ResponderEliminar*////* Jooo, me alegra que te haya encantado!!
EliminarGracias a ti por leerme!!
Besos!!
OMG! Te has ganado una seguidora más con esta historia y yo que quería que siguiera, terminó muy pronto el capítulo pero ahora a esperar por el siguiente *se sienta en su cojín rojo sangre y espera ansiosa*
ResponderEliminarHolaaa!! *________* Muero de amor por lo que me has dicho!!
EliminarEspero que sigas disfrutando de Liz tanto como yo disfruto escribiendo sobre ella.
Bienvenida al blog!!
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